He sido defensor de que Medellín no disimule la tragedia que vivió con el narcotráfico, esa que la llevó a ser la ciudad más violenta del mundo. Claro, no es para nada agradable recordar la connivencia entre el narcotráfico y una sociedad doblegada bien fuera por el miedo o por la ambición, que derivó en la cultura de los ventajosos, del dinero fácil, como lo muestra la película Sumas y Restas de Víctor Gaviria.
Consecuencia de eso, hoy convivimos con un montón de estereotipos -el traqueto, la grilla, el chirrete, el pirobo, la perra, el pillo, la bendecida y afortunada-, a los que muchos jóvenes aspiran llegar, porque el primo es así, porque el tío es mero duro, porque el parcero está haciendo billete en forma. Las secuelas de Escobar crearon...