2014 es el año con menos homicidios en Colombia desde 1984, resultado de una tendencia de decrecimiento en las muertes violentas nacionales de unos diez años atrás. Entre enero y noviembre de 2014 hubo 11.947 homicidios en el país, frente a 14.863 durante el mismo periodo de 2013, una reducción del 15%. Las autoridades presentaron recientemente este dato como el gran éxito de las políticas adoptadas por el Estado, pero aunque su carácter positivo es innegable, la naturaleza de la reducción aún levanta serias dudas entre los analistas.
Primero, porque el famoso –y ahora obvio- “desescalamiento” del conflicto armado asociado al proceso de paz con las Farc no parecería ser el responsable. En efecto, de los 11.947 homicidios que se presentaron entre enero y noviembre de 2014, solo el 4,55% se puede asociar directamente al enfrentamiento entre la Fuerza Pública y las guerrillas. Dato similar al de los tres años anteriores.
Segundo, porque la operatividad y las capturas de criminales se han mantenido estables o reducido en los últimos años. De hecho, en 2008 se neutralizaron (dados de baja o capturados) 7.128 hombres de los grupos armados al margen de la ley, mientras en 2013 fueron 4.302. De igual forma, las desmovilizaciones pasaron de 2.446 hombres en 2010 a 1.350 en 2013, de acuerdo a cifras del Ministerio de la Defensa.
Tercero, porque del lado de la provisión de justicia, es improbable que haya servido para alguna disuasión o control sobre la criminalidad del país en este periodo. En parte, por sus históricas cifras de impunidad, y la congestión endémica del sistema, asuntos todavía no resueltos. También, porque los últimos cuatro meses de 2014 han sido testigos de un paro judicial en donde buena parte de los funcionarios de la rama y algunos jueces de la República se han contenido de ejercer sus funciones.
Entonces ¿cómo se puede explicar la reducción del homicidio nacional?
De acuerdo a algunos analistas (InsightCrime, 2014), la reducción podría explicarse por dos fenómenos. Primero, los pactos entre organizaciones criminales en ciudades que son representativas para el homicidio nacional como Medellín o Cali. Y segundo, por un comportamiento general de mayor “prudencia” de parte de los delincuentes respecto al homicidio y su concentración en las rentas ilegales.
Así, mientras las cifras de homicidio caen, suben hurtos y extorsión. En efecto, los casos de denuncia por hurto común pasaron de 92.273 en 2010 a 137.606 en 2013, y de extorsión de 1.352 a 4.805 en el mismo periodo. Esto puede ser una muestra de criminales “más sofisticados” o al menos más concentrados en capturar rentas y garantizar la estabilidad de rutas de narcotráfico y plazas de vicio, que en llamar la atención de las autoridades con enfrentamientos y violencia.
Por supuesto que hay que reconocer que una situación de seguridad con menos muertos es positiva, pero también, que por un lado es difícil establecer la responsabilidad de las autoridades en las buenas cifras, y por el otro, que es muy probable que estos datos nos estén dando pistas sobre los complejos desafíos que tendremos que asumir en términos de seguridad como sociedad en los próximos años.