Desde las mocedades solíamos escuchar, allá en Santa Fe de Antioquia, el nombre del padre Nicolás Gaviria Pérez. Acababa de ordenarse en el Seminario de la antigua capital. Se referían a él como un ser excepcional, dotado de grandes cualidades humanas, intelectuales y morales. No se había contaminado, ni como seminarista ni luego como sacerdote, de la feroz lucha partidista que en aquellas épocas aciagas de sectarismo pringó al clero antioqueño, dada la rivalidad de dos obispos sectarios con diócesis vecinas.
El padre Gaviria se mantuvo alejado de esas pugnas escandalosas que se colaron hasta en las sacristías. Permaneció aferrado a sus convicciones evangélicas de auténtico pastor de todo su rebaño. No tenía marca distinta a la de la fe cristiana....