Está encendida la discusión sobre la penalización de la dosis mínima de sustancias sicoactivas. Gritos a favor, gritos en contra, como era de esperarse. Es cierto que cada quien es libre de hacer de su capa un sayo, que el último eslabón de la cadena es el consumidor, que hay doble moral, que no se penaliza el consumo de otras sustancias dañinas como el tabaco y el alcohol, etc. También es cierto que un problema con tantas implicaciones no se puede reducir a un sí o a un no, y mucho menos si están de por medio los niños, que según estudios, están llegando al consumo entre los 11 y los 12 años.
Entre tanto ruido, un trino me llegó al corazón como una puñalada: “Somos una sociedad pacata que quiere a sus mujeres criando hijos, siendo ejemplos de...