Contaba don Eduardo Arias que en un pueblito de Antioquia vivía don Patricio Linares que trabajaba con el Ministerio de Hacienda como Registrador. Don Patricio era casado con una bondadosa mujer que lo amaba y contemplaba, pues el viejo se sentía muy valiente porque era el único que era capaz de matar el pollo que se comían religiosamente todos los domingos en ese hogar. Patricio le retorcía el pescuezo al pollo y lo dejaba en la cocina y salía estirando nuca como si hubiera ajusticiado a Benito Mussolini.
Cierto día les dio en el pueblito por organizar un carnaval para salir de las monotonías pueblerinas y doña Juanita pidió el consentimiento de don Patricio para hacer una comparsa con sus amigas y salir disfrazada.
--Disfrázate de lo que quieras....