A mí me gustaría cansarme de hablar de libros, de ese asuntico de leer, de pasar páginas todos los días, de emocionarme porque encuentro algo raro, una historia que me libró de una angustia, en fin, pero no puedo, las palabras de los libros han construido mi vida, eliminarlas sería desaparecer, esfumarme, perder lo que, sin pretenderlo, me ha hecho feliz.
Cada que escribo esta columna, que abrazo los libros como si fueran huérfanos, pienso que lo más importante que tendría que estar haciendo la gente, más que mirar el precio del dólar, los impuestos desmedidos, el congresista que dijo una nueva barbaridad o el político que sembró un poquito de cizaña por aquí y más odio por allá, la gente debería estar leyendo, leyendo como si fueran a quitarnos...