Con unas cuantas obras de infraestructura, muchos están convencidos de que esta es una buena ciudad para vivir. Los parques biblioteca, el metro, los cables, las escaleras eléctricas de la Comuna 13 y ahora el tranvía, nos ponen entre las ciudades más destacadas del mundo.
Los alcaldes de esta ciudad durante las décadas de los años 70 y 80 fueron tan malos que sus omisiones alimentaron el caldo de cultivo para la cuna del narcotráfico. En infraestructura esas omisiones han intentado ser resarcidas por algunas administraciones de los años 2000. Pero el tema no es solo de infraestructura; el tema de siempre, de ahora y del futuro, y al que nadie se le mete de frente, es el de la convivencia: el de unos ciudadanos que aprendan a vivir en la ciudad y a entender y respetar el espacio de los otros ciudadanos.
Y esto es un trabajo de paciencia y de apostar a las nuevas generaciones. A los politiqueros de oficio no les es rentable porque no produce dividendos políticos inmediatos: hay que formar hoy a los que serán Ciudadanos (en mayúsculas) en 15... 20 años (formación que no consiste precisamente en aprenderse el himno antioqueño).
Mucho podemos aprender de los países que sobrepasaron la minoría de edad. Ejemplos concretos: antes de tener bicicleta los niños tienen que hacer un curso donde les enseñan normas elementales (y ya adultos usan civilizadamente moto y carro). Una clase en el colegio es, por ejemplo, cómo montar en metro, cómo montar en bus, cómo cruzar una calle, cómo usar un teléfono público, qué significa un semáforo, la cebra, etc. Desde niños les enseñan el uso y cuidado del espacio público, el sentido que tiene eso de ‘público’, y les recalcan el derecho de otros a esos mismos espacios.
Aprenden sobre el ruido y el silencio, lo público y lo privado, el cuidado del amueblamiento urbano, el respeto a las normas: donde hay un no es no y donde dice prohibido es prohibido. Por eso entienden tan bien el límite.
Y además, la enseñanza teórica va en paralelo con dos asuntos claves: la sanción y el ejemplo; ven a los adultos practicándolo y las sanciones que acarrea no ser buen ciudadano.
Esta ciudad con un presupuesto de $4 billones para 2015, y $2 billones destinados a la construcción de los Parques del Río Medellín, ¿por qué no puede destinar una cifra similar en la educación para la convivencia, a ver si en 15 años esta Medellín llega a ser verdaderamente lo que hoy el mundo cree que es?.