Algunos comentaristas de mis columnas me reprochan que critique al senador Álvaro Uribe. Me dicen que lo odio, me califican como “enmermelado”, mentiroso, politiquero. El lenguaje en sus comentarios es agresivo y soez. Hay que aceptar esto desafortunadamente, pues es una consecuencia de la polarización que nos atraviesa y de la ausencia de crítica seria y fundamentada. Sin embargo, frente a esto debo reclamar mi derecho a expresar libremente mis opiniones e ideas.
Dicho esto, quiero cuestionar nuevamente la insistencia de Uribe y sus seguidores en rechazar la justicia transicional como un modelo que permita encontrar un equilibrio entre las demandas de justicia y la paz. Es importante recordar algo de historia.
La justicia transicional comenzó...