*JAVIER SAMPEDRO - redaccion@elcolombianio.com.co
Crece el desasosiego por la obsolescencia programada, esa metodología industrial que no solo convierte la batería de tu teléfono en un armatoste ineficaz con solo que pasen un par de años, sino que puede colarle a tu aparato con cada actualización un caballo de Troya que acarrea en su seno el germen de la destrucción.
Pero la obsolescencia programada más irritante no es la del coche, la lavadora o el teléfono, sino la del mismo cliente, la tuya y la mía, desocupado lector. Basta con que una máquina gane al campeón de ajedrez, de póker para que nos recorra por el espinazo un calambre de espanto y se nos erice el sistema nervioso periférico al presentir que nos vamos a quedar obsoletos. Yo, por ejemplo,...