Ojalá, como dice el vicepresidente Germán Vargas, las Farc cumplan lo firmado en La Habana. Vivo deseo pero tomado con inocultable escepticismo que muchos colombianos comparten. Y que la comunidad internacional espera que lo rubricado lo ejecute con rigor, vigilando para que no haya más conejos.
Dios quiera, como dicen los pintorescos ateos colombianos, que la subversión se haya convencido plenamente de que su lucha fratricida no tenía ni futuro ni justificación alguna. Y menos que con el terrorismo se logra el derrumbamiento de un Estado por injusto que sea. Ahora, a través de sagaz negociación, las Farc demuestran más habilidad y coherencia que sus interlocutores oficiales. Ganan en La Habana lo que nunca pudieron obtener en el monte.
En estos...