Estaba trabajando como director de un programa de microcrédito municipal y un buen día me mandaron unos muchachos para ver la posibilidad de otorgarles un préstamo porque tenían una idea de negocio. Los chicos llegaron a mi oficina. Tenían cierta actitud retadora, que con el lenguaje de la calle y sus pintas urbanas podía llegar a ser intimidante. Al principio hubo algo de tensión y desconfianza. Prejuicios diría yo, de lado y lado. El acercarse al Estado para estos jóvenes no debió haber sido fácil y ver estos pelaos con ganas de montar una microempresa tampoco me calaba mucho. Pero pronto estos sentimientos fueron cediendo y dando paso a la confianza.
Nos sentamos a conversar sobre su proyecto. Eran miembros de Rexixtenxia Norte, barra del...