El oro es fiebre, delirio y acecho. Lo fue en la época de la Conquista y lo es hoy. Para la política de desarrollo nacional, el oro es promesa, industria y fortuna. Su explotación ha sido activamente promovida bajo la sombra de discursos (viejos y nuevos) de algún tipo de responsabilidad (social, ambiental y empresarial). El potencial del oro es inmenso, nos dicen. Los ríos lloran, la riqueza no llega a la gente, la sangre corre y el saqueo continúa.
A la par de la regulación y la retórica de control y sostenibilidad, explotan escándalos de corrupción, y de destrucción de vidas y del medio ambiente. Todo era previsible – no hay nada nuevo – pero sigue pasando y seguirá pasando.
Hace 20 años, R.T. Naylor produjo un paradigmático estudio sobre el...