Soy montañera hasta la risa y arriera de corazón, a mucho honor. Crecí entre “táparos”, como llamábamos a los caballos sin alcurnia, viejos y mansitos; cafetales, cañaduzales, flores silvestres que adornan la vera de todos los caminos y un paisaje en tonos verdes, como un ovillo de lana desvanecida, hasta donde la vista alcanzaba. Y oyendo música guasca, que ahora se llama “popular”, tan de moda incluso entre los más “puppies”, y cuyos réditos son inconmensurables, quién lo creyera.
Por eso disfruto algunos eventos de la Feria de las Flores, porque nos recuerdan que no todos los paisas somos “de lo peor”, como creen algunos, y porque nos acercan a las tradiciones lindas con las que casi todos los antioqueños fuimos criados.
Durante esos días Medellín,...