Hay en el país una cofradía de políticos, periodistas, escritores, librepensadores, intelectuales, humoristas o que creen serlo, con unas características comunes: Todos son muy inteligentes, retadores, buscapleitos y provocadores.
A unos cuantos los conozco, los leo, los sigo y en ocasiones los admiro. Otros, no me van ni me vienen; algunos me dan mala espina y a todos, con todo respeto, me gustaría preguntarles:
¿Por qué si se autoproclaman pacifistas, no opinan de alguien sino contra alguien casi siempre?
¿No se cansan de despedazar cada semana la misma presa?
¿Su discurso repetitivo sobre la libertad de expresión aplica solamente a su favor? ¿Los límites son para los que, a veces en defensa propia, insultan peor?
¿En un ataque de vanidad, de esos...