Hace falta asomarse un poco por la actualidad política para comprobar una de las más tristes paradojas contemporáneas: a mayor información, menor conocimiento. Menor verdad. Cuanto más nos ofrecen más nos hastían. Ante los múltiples discursos que pretenden abarcarlo todo solo permanece el ruido que impide entender la realidad. Y entonces, como lo hemos visto en estas últimas semanas en periódicos o noticieros o redes sociales, flotan esas verdades a medias que no son menos perjudiciales que las mentiras completas.
Pero la destrucción de la verdad no es, únicamente, el resultado de una sobreoferta informativa. Es el camino que muchos políticos encontraron para manipular a una ciudadanía que es, al mismo tiempo, cansada y perezosa. ¿Para qué explicar...