A veces uno quisiera que estos días sin horas no terminen nunca, que el vaivén de la hamaca que mece el viento fuese el único ritmo que acompañe la vida, que las páginas del libro fuesen la realidad, que esa luz azul que baña cada minuto fuese eterna, que las actividades ligadas al ocio fuesen la rutina, pero no lo conseguimos, los corchetes que encapsulan la temporada de asueto se borran en cuestión de segundos, el silencio que baña tantos momentos desaparece y los días de dulce tedio se convierten en un anhelo que luce lejano como cualquier espejismo; volver significa estrellarse, y como dice el tango, con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver.
El mecanismo que regula el aquí y el ahora, se activa de nuevo, recupera su ritmo, cada minuto representa la aparente imposibilidad de la supervivencia, los sueños quedan atrás y caen rendidos ante la realidad que apabulla, la ansiedad de la rutina dificulta visualizar los futuros, somos frutas que se mecen en esta palangana, elegimos el caos, sobrevivimos en esta zozobra... angustia, incertidumbre y desazón parecen ser el marco que ahoga, a estos días de fiesta y silencio le siguen los del vértigo, se reinicia la espiral descendente, el frenesí del retorno, somos (otra vez) objetos en caída libre, nos salva el humor, estación en la que descansan las penas.
¿Se ha detenido a mirar que nuestra monstruosidad parece amplificarse al inicio del año? Dice este diario que “en Medellín ya son 17 las personas asesinadas en lo corrido del 2019, 9 casos más que en los primeros 9 días del 2018. El aumento es del 113 %, según reportes del Sisc”. Se agrede en buses, cantinas, calles y veredas, se asesina porque sí y también porque no, los líderes sociales caen como horroroso recuerdo/testimonio de unas cabañuelas que llevamos décadas repitiendo, al horror de enero le sigue el de todos los meses, Gilberto Valencia, Jesús Perafán, Wilmer Miranda, José Solano, Maritza Quiroz y Wilson Pérez son solo los nombres de una lista que no para de crecer en silencio, porque aquí, el horror y el espanto no nos desamparan ni de noche ni de día.
La amplifican también los que por error, descarte o estupidez hemos elegido y que desde la truculencia y el miedo también alimentan el caos, son los fanáticos de todos los lados porque aunque la Virgen María vaya de azul y el Divino Niño de rosa, dice la ministra del país vecino que ahora sí en el suyo los niños irán de azul y las niñas de rosa, eso dice en Brasil, pero aquí, pretende recordarnos nuestro presidente el papel (invisible) de algunos en nuestra independencia, y discute la academia, porque así no fue. Otro, más allá, dice que el muro será de acero para hacerlo más rápido, mientras el de al lado habla de democracia frente a una Constitución que viola. Dan vergüenza estos políticos que nos tocaron en gracia. Al parecer se trata de “mentir, exagerar y tergiversar hasta el ridículo, con el bondadoso propósito de atemorizar”.
“La imaginación es el lugar más peligroso de la tierra” dice uno de los personajes de Hanif Kureishi y uno a veces piensa que sí.