La opinión pública –que aún la hay, así sea escasa y concentrada en algunas capitales– está temerosa con Petro y sus propuestas electorales, tan descabelladas algunas como aventureras otras. Pero que calan en una parte del pueblo que vive de ilusiones y de espejismos, promesas que desnaturalizan las democracias y las precipitan a las revoluciones.
Petro es un candidato populista. Encarna esa postura que, al decir de Vargas Llosa, “es la política irresponsable y demagógica ante la cual algunos gobernantes no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. En el tercer mundo, viene disfrazado de progresismo”.
Petro hace recordar –y el domingo sí que lo reflejó en la plaza de Soacha, lugar donde asesinaron a Luis Carlos Galán–...