Llevo más de treinta años publicando mis opiniones en distintos medios de comunicación nacionales y regionales. Me he acostumbrado a recibir fuertes críticas y ocasionales insultos. Incluso en algún momento la guerrilla intentó silenciarme. Fueron los tiempos del asesinato de Jesús Bejarano y el atentado a Eduardo Pizarro. El gobierno de entonces no podía protegerme y, como no estaba dispuesto a callar, debí exiliarme. Nunca, sin embargo, ni aún con ocasión de las posiciones más controversiales sobre el proceso y el pacto con las Farc, había recibido tanta varilla como con ocasión de la consulta de hace ocho días. Mi madre, que es una santa y no tiene culpa en haber parido este hijo díscolo, ha sido mentada de las más variadas formas. De una...