Las políticas económicas neoliberales desarrolladas en América Latina en los años noventa produjeron efectos negativos como el aumento de la pobreza y el creciente desinterés de la ciudadanía por la democracia, a la que consideraba responsable de los graves problemas de desempleo, inflación y crecimiento de la desigualdad.
Las crisis financieras y de gobernabilidad en México, Argentina, Brasil, en los noventa, en medio de fuertes tensiones sociales, producidas por el empobrecimiento de la población, hicieron posible, desde inicios del siglo XXI, que la izquierda llegara al poder, mediante elecciones democráticas, con los gobiernos populistas de Chávez y Maduro, Kirchner, Morales, Correa, Lula y Ortega.
Los elementos más sobresalientes de estos gobiernos de izquierda fueron las políticas de justicia social y redistributivas de la riqueza. Sus problemas consistieron en debilitar la protección de las libertades civiles y políticas para las minorías de la oposición, liquidar la disputa democrática, no poder sostener los programas de disminución de la desigualdad y la pobreza que habían propuesto y además, en utilizar la corrupción para mantenerse en el poder. En los últimos gobiernos de izquierda: Brasil (Dilma Rousseff), Argentina (Cristina Fernández de Kirchner) y Venezuela (Nicolás Maduro), no solo creció la pobreza sino que la economía se contrajo, como consecuencia, entre otras, de la disminución de la demanda de recursos naturales por parte de China. En Venezuela, la pobreza alcanzó en 2017 al 61.2 % de la población. Brasil y Nicaragua están entre los países más desiguales, con un índice Gini que ronda el 0,50. En suma, el populismo de izquierda fracasó de forma grave en Argentina y Brasil y de manera estruendosa en Venezuela y Nicaragua.
Así como la izquierda populista llegó al poder debido al fracaso de las políticas neoliberales, ahora el descalabro de los populismos de izquierda ha hecho posible el retorno de la derecha en Argentina, con Macri; en Chile, con Piñera; en Colombia con Duque, y de la ultraderecha en Brasil con Bolsonaro. Los partidos de derecha de estos países supieron aprovechar el descontento popular generado por las respectivas crisis económicas y sociales para ganar las elecciones.
Que la derecha democrática triunfe no es un problema; lo es el regreso al poder de la ultraderecha. Bolsonaro ha propuesto la recuperación de la idea de la dictadura anticomunista, inició una persecución a la izquierda intimidando a periodistas y opositores, y amenaza con desarrollar una agresiva política exterior contra Venezuela.
Así, de un lado, Maduro y Ortega representan un populismo que se ha convertido en autoritaritario, en el cual el poder está en manos de líderes que desconocen los derechos humanos, la Constitución y las leyes; de otro lado, Bolsonaro intentará extender el autoritarismo de ultraderecha, que Trump lidera, al campo político de la derecha latinoamericana. La consecuencia de esto será una polarización entre autoritarismos de izquierda y derecha, que servirá para el fortalecimiento de sus respectivos espacios políticos de acción, y para debilitar los países en los que la democracia liberal, el Estado de derecho y los derechos humanos son valores fundamentales.