Por Jennifer Finney Boylan
Después de cierta edad, la Navidad puede llegar con cierta oscuridad. Ya me he acostumbrado, a la forma en que los fantasmas del pasado se aproximan, pero aún es difícil. Extraño a mis padres. Lamento las amistades rotas. Me preocupa envejecer, el destino de la Tierra, la presidencia de este hombre terrible.
Y ahí estaba, una mañana la semana pasada, sentada al lado de la chimenea en mi casa en Maine mientras las lágrimas rodaban. Luego mi labrador de 13 años, Ranger, vino y puso su hocico gris sobre mi rodilla. Su cola golpeaba el piso. ¿Ey tú, parecía decir el perro. Recuerdas las cosas buenas. Como esto?
Cuando me enfoco en lo bueno, pienso, por encima de todo, en estar alrededor de una mesa con mi familia.
Le podría...