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El modo de hablar de ciertos gobernantes, como el más vecino, da para un extenso catálogo de disparates gramaticales que podría servir de manual del mal decir en español y ejemplo pésimo de cómo, al incidir en la corrupción del idioma, se crean también las condiciones para viciar el manejo de los asuntos públicos y precipitar la caída en el desgobierno por incompetencia comunicativa e incapacidad de explicarle a la gente qué es lo que se proyecta hacer con el poder.
Cada semana, un presidente de un cercano país sale con un nuevo desatino, atribuible a su ignorancia en cuestiones elementales del español. Dijo algo así como que la mayoría de los productos importados por su nación llega del exterior. Eso, dicho por un hombre ignorante,...