Hace unos días estuve en Suecia, donde facilité un taller intensivo de transformación de conflictos para un grupo de 40 líderes; cada uno comprometido con cambiar el mundo a través de su trabajo. No se trató solamente de enseñarles una metodología radicada en la neurociencia sino, también, de reflexionar sobre la invitación que un conflicto trae a nuestras vidas.
Mi propuesta fue simple; replantear el conflicto viéndolo no como a un problema que necesita solución sino, más bien, como una invitación a cambiar nuestra conciencia, a crecer individualmente y como sociedad, transformando la calidad de las ideas, de las emociones, de las creencias, que están en la raíz de un conflicto y que siguen alimentándolo. Lo dijo Einstein, no se puede resolver...