Fui donde el padre Nicanor, el 16 de julio fiesta de la Virgen del Carmen. Tuvo su encanto la misa, dicha allí, en la sala de la casa, ante el altarcito que armó Mariengracia. Una misa humilde, casi susurrada ante sus dos únicos parroquianos, la sobrina y yo. Nos pidió que encomendáramos una vez más a la Virgen del Carmen la paz de Colombia, “ahora que todavía está fresquita” y rezáramos para que no hubiera más violencia desde ninguna trinchera. Cuando Mariengracia salió para la cocina a traernos un tintico, me atreví a decirle, aun a riesgo de que se enfurruscara, que estaba predicando en el desierto.
-Vea, sobrino, no empiece con sus indirectas. Yo sí creo que la devoción popular a la Virgen del Carmen puede y debe ayudar a conseguir la paz,...