Al hablar de sangre por agua no estoy refiriéndome al episodio del Éxodo (7:14-24), en el que Moisés en compañía de Aarón en su campaña de ablandamiento al faraón, supuestamente Ramsés II, convirtieron las aguas del Nilo en sangre. Me refiero a la cuenta del agua que mensualmente llega a mi casa, que no tiene peceras con cachalotes o ballenas azules, habitada por dos personas mayores que ya no juegan a “guerras de agua” para divertirse, y con un consumo promedio de muchos años de 11 mt3 mensuales, aunque cuando redujimos el consumo de agua para atender los llamamientos que nos hicieron por causa del fenómeno de El Niño, curiosamente no disminuyó el consumo “en el contador”. Y el mes pasado, que tampoco construimos un jacuzzi o hicimos una réplica...