Cada vez que oigo que el presidente Donald Trump está hablando sobre inmigrantes me pregunto qué lenguaje cruel estará usando para describirnos -“violadores”, “traficantes”, “invasores”. Pero ahora habla de inmigración de nuevo, y esta vez lo que dice tiene algo de sentido.
De hecho, el presidente ha puesto una trampa para que los liberales caigan en ella. La pieza central de la propuesta de Trump es una promesa de alejar a Estados Unidos de un sistema que favorece el patrocinio familiar y se mueve hacia uno que favorece la inmigración de “mérito” o con base en las habilidades. Ya sean juzgados según sus méritos o los vínculos familiares, los inmigrantes ya son mejor educados que sus contrapartes nacidos en el país. Así que si Trump quieren cambiar el debate hacia las habilidades, los liberales deberían aceptar su oferta.
A diferencia de sus propuestas previas, esta no reduciría el número total de inmigrantes a quienes se les permite la entrada al país. Esto podría sentirse como una pequeña victoria, pero socava drásticamente la fantasía de extrema derecha de cerrar las fronteras de EE.UU. Los nacionalistas blancos, en particular, ven a los inmigrantes altamente calificados como la mayor amenaza. ¿Qué podría asustar más a un supremacista blanco que miles de inmigrantes mejor educados y más empleables que él?
Al proponer cero recortes de inmigración, Trump ha reconocido la premisa liberal fundamental de que EE.UU. necesita inmigrantes. Es sólo cuestión de cuáles inmigrantes son seleccionados, y cómo.
Por supuesto, hay mucho que despreciar en el plan: la construcción de un muro fronterizo, el silencio sobre el destino de los soñadores. Los demócratas deben luchar intensamente por estas políticas y una aplicación más humana de las leyes de inmigración. Pero en la premisa central de preferir a inmigrantes altamente calificados, Trump tiene razón.
Trump ha citado a mi país, Canadá, como un modelo para este tipo de plan, y es cierto: la inmigración ha funcionado en Canadá. A diferencia de lo que ocurre en EE.UU., una gran mayoría de los inmigrantes allí son evaluados por sus habilidades y calificaciones. Es un sistema imperfecto, ¿qué política no lo es? - pero es la razón por la que los canadienses están satisfechos de que su país tenga una de las tasas de inmigración más altas del mundo. El éxito del sistema basado en el mérito también permite que el gobierno tenga las políticas generosas de refugiados y humanitarias que tiene.
Mi padre emigró a Canadá de Pakistán en la década de 1970, bajo el primer primer ministro Trudeau. Como muchos inmigrantes, caminó en la nieve hacia su primer trabajo y nunca perdió la sensación de que tenía el increíble privilegio de vivir allí. Cualquiera que fuera el “mérito” que pudo haber poseído, lo que realmente importaba era el espíritu inmigrante de tenacidad, disciplina e ingenio. Una de las lecciones que impartió a sus hijos fue que la ley nos había permitido estar aquí y siempre debemos respetarla.
La historia de éxito de Canadá está ahora en peligro, ya que enfrenta su propia crisis migratoria impulsada por miles de inmigrantes indocumentados que cruzan desde EE.UU. El primer ministro Justin Trudeau ha comenzado a intensificar la seguridad fronteriza a medida que la extrema derecha continúa explotando las ansiedades raciales.
Cuando un sistema de inmigración se sobrecarga, incluso los inmigrantes y sus hijos pueden volverse pesimistas. He escuchado a los canadienses de origen húngaro, antillano y pakistaní expresar su frustración por el hecho de que los recién llegados se saltaron la fila.
En EE.UU. el círculo vicioso de la migración ilegal y el aumento de la xenofobia ocurre durante décadas. Es lo que llevó a la elección de Trump en 2016, y si los demócratas no proponen alternativas razonables para la inmigración, perderán de nuevo. Ninguna cantidad de eslóganes multiculturales mitigará la preocupación de que el sistema está roto.
Los liberales deberán proponer un camino viable hacia la ciudadanía para los aproximadamente 20 millones de inmigrantes indocumentados en EE.UU. Tendrán que proponer reformas al implacable régimen de inmigración que pone a niños en jaulas. Los tribunales de inmigración, con poco personal y con grandes atrasos de casos pendientes, tendrán que ser financiados. Y los liberales deben seguir peleando contra cada pulgada del muro fronterizo de Trump.
Toda política de inmigración penaliza y ofende a algunas personas mientras recompensa a otras. Pero replantear la conversación en términos de mérito exige que Trump cumpla lo que habla. Convierte el tema de la inmigración en un argumento que los liberales pueden ganar. Combina compasión con sentido común, que es lo que quieren tanto los de izquierda como de derecha.