Cuando uno conoce personas que le dan lecciones de vida (aun en las circunstancias de salud más difíciles, por ejemplo). Que le muestran caminos. Que le enseñan a amar su oficio. Entonces, hay que tratar de devolverles el favor. El viernes pasado se despidió de esta redacción Pablo Arbeláez Restrepo. Periodista deportivo. Especialista en algo que a mí me parece el espectáculo más magnánimo, de valor y resistencia, que conoce la humanidad: el ciclismo.
Él no lo sabía hasta el viernes, cuando se lo dije en su despedida. Este periódico cruzaba por debajo de la puerta de mi casa para calmar el hambre de información de mi papá, y yo también lo esperaba. En especial si era en julio, cuando se corre el Tour de Francia. Pablo, mi querido Pablo, me contaba...