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Santiago Silva Jaramillo
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Santiago Silva Jaramillo

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Ser héroes por un día

Por Santiago Silva Jaramillo

Es la hora pico en una transitada calle de Londres, cientos de personas y docenas de vehículos se mueven en una ajetreada mañana de finales de mayo. Entonces un golpe y un grito interrumpen los recorridos ajenos, un bus de dos pisos ha atropellado a un malabarista callejero y ahora sus doce toneladas se apoyan sobre la pierna del hombre, atrapado debajo de una de sus llantas.

Avisados por los gritos de algunas de las personas que se encontraban más cerca, docenas de incautos –oficinistas, conductores y transeúntes- se lanzaron espontáneamente a ayudar al malabarista. En cuestión de minutos unas cien personas rodeaban el bus y algunos de ellos empezaron a intentar levantarlo. Sin ninguna coordinación, casi sin intercambiar palabras más que de ánimo por el esfuerzo, al menos cien personas lograron ladear algunos centímetros el bus y liberar al malabarista atrapado.

Para entonces la atención médica había llegado a la escena y los transeúntes, que habían compartido ese momento de acción colectiva espontánea, esa silenciosa necesidad de ayudar a alguien en problemas, regresaban a sus rutinas matutinas. El malabarista desconocido en problemas los unió por algunos instantes, alguien que en otras circunstancias sería irrelevante; la solidaridad puede ser nuestra respuesta en tiempos de crisis.

El de Londres no es, ni mucho menos, el único caso. El artículo de la BBC que presenta lo que acabo de contar también reseña espontáneas coordinaciones de personas para ayudar a otras en los metros de Moscú y Sídney; donde docenas de personas se sumaron para liberar a dos personas que tenían sus piernas atrapadas entre la bahía y un vagón de metro.

Lo interesante de estos casos es que mostrarles a las personas una forma de actuar colectivamente que ayude a otras personas los llevará a la acción. Algunos de los involucrados en el bus de Londres sostienen que sus acciones fueron inspiradas por el instinto, por un vacío en el estómago que los obligó a hacer algo, pero también por ver que otros estaban ayudando, por seguir el ejemplo de los primeros que se lanzaron a la titánica tarea de levantar un bus de dos pisos.

Es como si un chip de solidaridad se activara de repente. Las personas ayudan conjuntamente, casi de forma espontánea; para luego volver a su modo normal, seguir su camino a sus trabajos o estudio, seguir con la cotidiana lucha individual del día a día. Ser héroes por unos minutos para regresar en instantes a la normalidad.

Claro, una sola persona no puede inclinar un bus de dos pisos, o mover un vagón del metro, una sola persona puede quedarse corta al momento de hacer de héroe, pero ¿y cien o cincuenta o diez? Juntos somos nuestra mejor versión, juntos podemos ser héroes por un día.

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