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Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

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SI EL PERIODISMO SE TAPA OJOS Y OÍDOS

Por

juan josé garcía posada

juanjogp@une.net.co

No estoy de acuerdo con la negación al periodismo de la responsabilidad ética de ayudar en la apertura de espacios para la paz. No participo de la idea de limitarlo, tal vez con la intención de hacerlo aséptico y neutral, para que, ante el dilema de paz o guerra, no tome partido por la primera. No comparto las apreciaciones de Miguel Ángel Bastenier, quien escribió ayer domingo en El País de Madrid para, según entiendo, reducir a los periodistas a la condición estéril de simples relatores indiferentes de los hechos y los conflictos.

Bastenier usa tono sardónico en su comentario: “No somos una prolongación del ministerio de Obras Pías, no socorremos al desvalido, y si en países gravemente subdesarrollados somos pedagogos de quienes leen el periódico como quien va a la escuela, bienvenido sea, pero eso será solo un subproducto de una labor muy diferente”.

Claro está que un medio periodístico no debe ser una casa de beneficencia, como lo sugiere el notable articulista español, pero es un despropósito privar la profesión de unos deberes fundamentales como los de defender los derechos y la dignidad de los seres humanos, la vida, la libertad, la seguridad y los demás intereses vitales inherentes a la paz.

Una visión simplista resume la paz al resultado de la negociación entre el establecimiento y la insurgencia y lo que decidan acordar a su amaño, cuando en realidad, para que no sea ni incompleta, ni injusta ni fugaz, debe comprometer toda la llamada sociedad civil, de la cual forman parte los líderes de opinión y el periodismo. Y hacer causa común desde el periodismo en la educación para la paz integral no será “solo un subproducto de una labor muy diferente”, sino parte inseparable de una responsabilidad social y ética de primer orden para todos los ciudadanos, las empresas y el Estado.

Dice Bastenier sobre los periodistas: “Pero, sobre todo, lo que no somos es pastores de almas, pedagogos, constructores de la nación, ni benefactores del Bien Común, aunque, de nuevo, alguien pueda creer que esas bienaventuranzas pueda hacerlas suyas en momento determinado”. Lo de pastores de almas, tal vez no. ¿Pero entonces habrá que ser indiferentes ante el deber de educar para el bien común que demuelen los enemigos de la paz?

En medio de la abrumadora corriente del relativismo valorativo que le da la vuelta al mundo, un periodismo sordo, ciego y mudo, como el que infiero que estaría sugiriendo Bastenier, puede degenerar en la función de borrar o eludir el juicio moral y homologar a los contrarios, sin discriminar cuáles atentan contra la sociedad y cuáles la defienden. Qué tal, si el periodismo se tapa ojos y oídos y no dice ni pío.

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