Con razón se ha dicho que el auténtico secreto de la felicidad reside en la moderación. La capacidad de autocontrolarnos, que se conoce como la virtud de la templanza, es el resultado directo de la fuerza de voluntad. En la moderación está la diferencia entre el uso y el abuso del placer. Lejos de placentero, es muy desagradable darnos cuenta que nuestros impulsos, reacciones o instintos son los que nos arrastran y nos someten a los excesos que arruinan el goce a lo que, disfrutado con moderación, habría sido un placer. Cuando se abusa del placer, este lleva a que ya no importe la vida sino ese placer en particular, dejando de ser un ingrediente amable para convertirse en una forma de escapar de la misma.
En efecto, los placeres son tales...