Me da la impresión de que en Colombia sufrimos lo que yo llamaría el síndrome del “sí, pero no”, que también se podría enunciar al revés: “no, pero sí”. El plebiscito del año pasado fue un momento clave de ese comportamiento. Elevada la polarización al máximo, el país se dividió en bandos irreconciliables. No solo en lo que se refiere a la paz, sino en muchos de los otros grandes problemas de la vida nacional. Y más en este camino hacia la pacificación, con sus sombras y sus luces, con sus aciertos y sus errores. Un momento en el que, para acabar de ajustar, los escándalos de corrupción le dan un definido olor a podrido al pasado, al presente y al futuro, metidos como estamos en un mundo de ambigüedades, en un mar de mentiras y autoengaños....