Esta semana leí un artículo muy interesante en el suplemento cultural de El País de España, Babelia, sobre los niños y los libros que están leyendo en las escuelas, sobre cómo los padres, maestros y editores están metiendo la mano más de la cuenta, teniendo como parámetros lo que para ellos es bueno o malo, según sus prejuicios.
En un libro bellísimo que escribió el francés Paul Hazard, “Los libros, los niños y los hombres”, que habla justamente de este mismo asunto: el deseo histórico de los adultos de pretender en vano imponer sus gustos a los “inofensivos” niños, a las pobres criaturas que están expuestas en este mundo tan cruel, hay un ensayo que me parece elocuente y que una vez más deja en alto la rebeldía afortunada de los infantes. Si...