Fui a pedirle un consejo al padre Nicanor, pero por un imprudente comentario mío el tío se enfurruscó, se le subió el Ochoa y salí regañado. Me habló con sequedad.
-Ni creas, hijo, que voy a decirte qué debes hacer. Usa tu buen juicio y haz lo que tu conciencia te dicte. Mucha gente pide consejo por descargar su responsabilidad y quienes aconsejamos caemos en la tentación de creer que para todo tenemos formulitas mágicas o milagrosas. No me gusta el “consejerismo”, sea del que a todas horas y para todo pide consejo, sea del que en todo momento da consejos. -Usted, tío, se vuelve hasta odioso cuando se pone repelentón. Déjelo así. No he dicho nada. Ya veré yo si me equivoco y si después tengo que echar reversa. Mejor me voy.
-Hasta luego, muchacho....