Estación Humanidades, a la que van pocos y nunca hay colas ni barullos, ni gente que se empuje o se quiera quitar el puesto, quizá porque ser humano ya es un asunto que cuesta aprender, exige de ética e inteligencia y, en consecuencia (cuando se es ético e inteligente), sitúa a hombres y mujeres en estado resistencia contra la diversidad de diablos que aparecen por todas partes, desde los techos y las alcantarillas (van del arriba al abajo) hasta los laterales en los que abundan la confusión, la basura y la falta de responsabilidad, que son las bases crecientes del deshumanismo. Esta práctica (deshumanizarse) mantiene viva la frustración, la depresión, la codicia y los deseos desmesurados por lograr algo fatuo, a la par que avanza destruyendo...