Estación Confusión y Susto, en la que se aglomeran las preguntas y no hay respuestas claras o se sale con otro cuento; donde las caras pierden sus caretas (o se ponen otras) y los valores ya no son para vivir sino antivalores para asustarse, las costumbres buenas se pierden y se resta más que se hacen sumas. Y en todo este barullo, abundante en jugadas por debajo y en puertas que cambian de sitio y así no hay entrada por donde se sabía sino por otra parte, abunda el pesimismo, pues cómo ser optimista donde lo que era ya no es o donde se duda y no de manera práctica ni metódica, como proponía René Descartes, sino que se sospecha, lo que obliga a echarse bendiciones y a creer que se vive en un laberinto continuado en el que, de repente, aparece...