Estación Disparos, de la que se sale corriendo, agachando la cabeza, saltando por encima de los escalones y pasamanos, atravesando patios como si cayera fuego encima, oyendo sirenas y viendo el desorden de los que bajan y suben, los que lloran y gritan, sin que falte el que crea que todo es un videojuego con personajes y espacios en tercera dimensión. Y en medio de todo esto, quien dispara está poseído por los diablos, los odios acumulados, cientos de películas televisivas y catálogos de pistolas y rifles que se venden como caramelos, a más de avisos en los que se muestran guerreros triunfadores (vistos en contra-picada) que posan de superhéroes. Y así, la disfunción acumulada, los niveles descuadrados de adrenalina y váyase a saber qué más...