Estación Doble faz o si se quiere de uso múltiple, como esas mujeres que pintó Rubens, que contenían todas las posibilidades en ellas, desde ser novias hasta el ejercicio de una vejez desaforada. En un solo cuerpo (grande y a veces celulítico), ellas se daban a tentaciones, partos, trabajos de casa, atención al marido, cría de hijos, aceptación de seducciones a destiempo, trasnochos continuados, sonrisas a los amigos y estados nerviosos al límite. Cuando uno ve alguno de estos cuadros (El juicio de París, por ejemplo), recibe el asombro de la pincelada, la composición y la paleta, y a la vez un enorme cansancio. Y es porque de alguna manera esas pinturas están reflejando un exceso (al fin y al cabo son barrocas), una desmesura, algo que se parece...