Desde que vine a vivir a Miami en 1986, he oído muchas veces de la muerte del dictador Fidel Castro. De hecho, en esta ciudad mataban a Fidel dos o tres veces al año. En innumerables ocasiones recibí llamadas y textos avisándome de su muerte. Todas fueron falsas. Menos la última.
Al principio corría al estudio de televisión de Univision para estar preparado ante el anuncio de su muerte. Pero conforme pasaban los años comprendí que se trataba de un ejercicio inútil. Las noticias de su muerte, para repetir a Mark Twain, siempre eran exageradas. Fueron casi 58 años con Fidel en el poder en Cuba.
Lo conocí una sola vez, y recuerdo sus uñas largas sobre mi hombro izquierdo. Corría el año 1991, había caído el muro de Berlín, se desmoronaban los países...