Por ANA EMILIA CORREA DE C.
El pasado sábado fui, como todas las semanas, a un conocido supermercado de El Poblado para hacer las compras familiares. Y qué tristeza tan grande sentí, ¡cuánto dolor de patria!, al ver en la entrada a un soldado mutilado (sin ambas piernas) del Ejército de Colomba, en silla de ruedas, sosteniendo un tarro en la mano y solicitando la ayuda de la gente, para aportar a la asociación de mutilados del Ejército.
Sentí un choque y un impacto grandes. Me pareció humillante ver a un soldado en esa situación. Y más tristeza cuando varias personas, seguramente queriendo mostrar comprensión pero en el fondo haciendo más penosa la situación de este ser humano, expresaban su disgusto por saber que los guerrilleros de las Farc...