Cuando un Estado está plagado de injusticia, desigualdad, discriminación, violencia y corrupción, con la consiguiente violación de los más elementales derechos humanos de muchos de sus pobladores, hablar de la trasformación a la administración de Justicia de forma aislada -como si en él no sucediese nada- es un verdadero desliz, porque a los detentadores de poder no les interesan innovaciones en ningún plano: social, económico o político.
Es más, como la máquina existente funciona acorde con el querer de quienes la controlan, tampoco amerita preguntarse cuál es el tipo de juez o de fiscal que se requiere, o cómo lograr que el engranaje judicial funcione de verdad, porque los burócratas actuales son muy funcionales a ese sistema descompuesto;...