Tengo una vieja bronca con los relojes despertadores, mis enemigos íntimos. Me interrumpieron muchos sueños eróticos con mi amor platónico de turno y es hora de pasarles cuenta de cobro.
Más de una vez estaba a punto de cortarle oreja, rabo y pata en mi sueño a Brigitte Bardot, una de las integrantes de mi harén de sueños, y los infames relojes se dejaban venir con su desapacible big band para recordarme que debía “meterme entre los calzones” y alistarme para coger el corte laboral.
Algunas veces lograba dormirme de nuevo para retomar el sueño donde lo había dejado, pero terminaba soñando con un camión por debajo. O con la sota de bastos. Casi me quedaba sin el pan y sin el queso: sin la Bardot y sin el puesto.
¡Pobre oficio el de los relojes despertadores...