Hizo falta una matanza colectiva, un auténtico baño de sangre, para que las autoridades de Ankara decidieran sumarse a la coalición internacional antiterrorista liderada por el presidente Obama. En realidad, Turquía tardó más de once meses en movilizar su poderoso ejército contra las huestes del califa al Baghdadi. Desde el inicio de la ofensiva yihadista en Siria y su extensión a la vecina Irak, los puestos fronterizos turcos sirvieron de “coladero” para los radicales deseosos de sumarse al ejército yihadista, para el tráfico de armas destinadas al Estado Islámico, o el tránsito de petróleo barato comercializado por los cabecillas de la agrupación islamista. Un extraño entramado que reunía a antiguos oficiales del ejército de Saddam Hussein,...