Don José de la Cruz Eleázar Duque Salazar, marinillo, no celebraba el Día del Padre. Ningún día. Interpretaba esas enguandias como perdederas de tiempo. Sus hijos le hacen el homenaje diario de darle crédito a su severo taita. “Como decía mi papá...”, repiten sus vástagos, y mencionan un adagio suyo, o alguna pauta de comportamiento.
Enseñó con el ejemplo. Pocón de blablablá. A él la amistad se la podían dar en efectivo. Don Eléazar, bautizado el día de la Santa Cruz, no vino a sonreír, nunca buscó ser feliz, jamás pateó los códigos. Se dedicó a trabajar, a ser íntegro y a levantar familia. Al final de su andadura, 83 años, lo desvelaban “las cuentas que tenía que dar al Altísimo”.
Constató que para vivir bien había que tener una buena mujer y...