Difícil saber hasta dónde va a conducir la soberbia de unos y el orgullo de otros, la vanidad de algunos y la entrega sin reato de los arrodillados, que comprometidos por una mermelada que hostiga, van a llevar el país por el camino de la amargura, donde la democracia se va debilitando, al hacer el cuarto a unos terroristas que han demostrado que tienen al Gobierno apretado, no guardando las proporciones.
¿Será posible que por llevarse un punto y por el desespero de firmar a cualquier precio los acuerdos de La Habana, tengamos que pisotear nuestra Constitución vigente, estropear la justicia, debilitar la institucionalidad para que reine la impunidad, valiéndose de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que enceguecidos buscan aceptar...