Definitivamente, el tal acuerdo de paz entre el presidente Santos y los narcoterroristas de las FARC, termina igual a como empezó: con trampas.
No olvidemos que fue mediante engaños y trapisondas como el señor Santos llegó a la Casa de Nariño, y que a escondidas y contrariando la voluntad de sus electores emprendió los dichosos diálogos de La Habana.
Él fue elegido con el fin de aniquilar la banda narcoterrorista y no para que la sentara a conversar de igual a igual, y menos aún, para que se doblegara servilmente ante sus requerimientos, como quedó evidenciado en el dichoso Acuerdo Final.
297 páginas escritas en ese lenguaje fariano, denso, repetitivo y pletórico de recovecos idiomáticos que enmascaran una vergonzosa lista de concesiones para...