La invitación llegó vía correo electrónico. Me hablaban de la presentación de un libro de tela, de “unas personas que por alguna circunstancia de la vida no se sienten valoradas ni creen en sus capacidades” y de cómo aportaron todas para obtener el resultado final: Un libro de mil pedazos.
Acepté irrevocablemente porque en medio del caos, de las malas noticias, del presente complicado y el futuro empañado, o empeñado, no sé, conviene mirar para otro lado de vez en cuando, dejarse tentar por situaciones que lo reconcilien a uno con la vida y que le susurren al oído que, a pesar de todo, todavía hay lugares para lo bonito, el acuerdo, la inclusión, la creación, la alegría y el aplauso que viene detrás de las metas cumplidas.
La cita era en el Parque...