Ya lo he dicho en varias columnas: hay un afán permanente en Colombia por solucionar todo a punta de normas y regulaciones. La mayoría de los caminos propuestos pasan por una andanada de leyes que pretenden restructuraciones y nuevas reglas de juego que por arte de magia cambiarán el país. Todo eso es aparente. Nada cambiará si no nos decidimos a actuar correctamente.
Porque ¿para qué nos vamos a engañar? Hecha la ley, hecha la trampa. El gran problema es que hemos dejado que la cultura de la ilegalidad presente en nuestra sociedad se apodere del Estado. Los torcidos en el poder. Todo se transa sin el menor rubor. Esa es la propuesta que se instaló hace rato en la relación entre sociedad y Estado.
Por razones de trabajo me he enfrentado en muchas...