En una de las pantallas que ruedan en la muestra del Museo de Memoria Histórica aletea un anciano indígena barí de cuya mirada aterrada el espectador no puede sustraerse. Su cara no tiene arrugas, tiene surcos hondos de aspecto prehistórico. Habla sin camisa, sus brazos son remos o alas.
Tampoco importa lo que diga, su figura es su palabra. Algo demasiado grave trajo la guerra a su pueblo del Catatumbo. Con su estampa puede uno quedarse en el resto del recorrido laberíntico y anticipado de un museo que apenas es un vasto lote pavimentado, con una valla que lo anuncia. El hombre selvático lo dice todo.
En vista de que todavía no hay edificio, se hizo esta réplica adelantada, por donde transitaron los visitantes de la Feria del Libro de Bogotá....