En la producción de ruido ensordecedor que se genera en esta ciudad se nota la mentalidad de tercer mundo que aún muchos llevan pegada al corazón. Los comerciantes y empresarios del deplorable ambiente de ruido y desazón que administran no han podido superar el estado de barbarie y precaria civilización que los lleva a pensar solo en sí mismos, y nada en los vecinos y en los otros.
Su escaso cocimiento del mundo civilizado les hace creer que a más ruido y bulla, se aumenta el número de clientes. La amplificación del sonido en ciertos lugares de la ciudad está reproduciendo formas cantinescas de diversión pueblerina.
Pero para eso se hicieron las leyes. Para que a aquellos que tienen dificultad para entender conceptos mínimos de respeto al otro,...