En tiempos de tanta turbulencia moral, política y social, descubrir una historia de vida bonita, sencilla y edificante, es tan grato como encontrar una sombra refrescante bajo el sol ardiente de un desierto.
De bajo perfil, como se les dice ahora a quienes van por la vida dejando huella sin hacer ruido, me encontré a Elsy Ríos Buitrago, una muchacha de ochenta años, cuya hoja de vida registra hasta segundo de primaria y pare de contar. Nació en Pontezuela, una vereda de Rionegro, Antioquia, donde el cielo se llena de brochazos de colores al amanecer, de arreboles al atardecer y de estrellas al anochecer.
Allí, donde los potreros en la oscuridad parecen sembrados infinitos de cocuyos, antes de los quince años, cuando nadie hablaba de feminismo...