Como la gran mayoría de los colombianos, yo no sabía de la existencia de la hermana Gloria Cecilia Narváez hasta la semana pasada, cuando me enteré de su secuestro en el sur de Malí.
Y así sucede con una serie de misioneros que como ella dejan su tierra y viajan a servir a un lugar mucho más necesitado para entregar el tesoro de la fe que han recibido. De una fe que se traduce en obras humanitarias como las que realizaba esta hermana. Esto debe ser motivo de alegría para los colombianos, pues tenemos una fe de exportación. Misioneros que realizan una labor silenciosa pero heroica. No son ni serán famosos, a menos que lleguen a ser víctimas de algún acto violento como le sucedió a Sor Gloria Cecilia.
Muchas veces la persecución y muerte de tantos...